martes, 15 de mayo de 2018

14 DE MAYO DE 2018, SÉPTIMA DE FERIA: LO NUNCA VISTO

Y parecía que estábamos a medio telediario de ver cortarse un rabo en Madrid, o de concederse un indulto. Pero antes han llegado a ver nuestros ojos algo que nunca hubiéramos imaginado: que en la mismísima plaza de Las Ventas se le enseñe el pañuelo verde a un toro solamente por... Manso.
Que no, que no es broma. Que va en serio, que hoy hemos visto cómo se ha tirado un toro para atrás solo por su condición abueyada de salida. Ni amago de intentar picarlo han hecho, vamos que ni el picador ha salido al ruedo. Esto se lo cuentan a uno siendo 28 de diciembre y resultaría hasta graciosa la broma. 
--"Te juro que yo un día vi cómo echaron para atrás un toro por manso". 
-- "Venga cachondo, déjame en paz. Y luego me vas a decir que pidió Emilio Muñoz el sobrero y le concedieron una oreja, ¿no?".
--"Que te lo juro". 
-- "Cambia la marca de ginebra cuando vayas a los toros anda chato, que te deben de echar matarratas".

Pero resultó ser verdad, qué puñetas. El cuarto ejemplar de las Ramblas salió de toriles andando y olisqueando el albero. Desde la lejanía intentaron los peones de David Mora llamar su atención para cerrarlo en tablas, pero el animal como quien oye llover. Se acerca Ángel Otero al animal y, cuando a unos cuatro metros de distancia lo llama, el bicho recula y se va de ahí escopetado. El toro empieza a deambular a su aire por el ruedo como un fantasma, y los intentos de los peones por fijarlo son en vano, pues el toro hace caso omiso. Algunos en ese preciso instante ya empezábamos a echar en falta el caballo de picar en el ruedo, pensando que quizás un puyazo podría espabilarlo. Hubo incluso quienes ya sonreían maliciosamente y murmuraban algo que se medioentendía como "banderillas negras". Pero ocurrió lo que nunca hubiéramos imaginado, y el resto ya es historia. 
-- "Habrá sido una ráfaga de aire, que le ha volado el pañuelo y justo ha asomado el verde, qué casualidad". 
- "Se habrá confundido hombre, no creo que quisiera esto... Verás, verás cómo ahora se da cuenta y saca el blanco...".
-- "Estoy soñando, no me puedo creer que haya metido la pata de tal modo".
--" Niño, otro ginc-tónic, que me van a quitar el carné de güen afisionao por lo lento que eres,  a este paso... Ya están armando trifulca los reventaores, ¿Qué tripa se les habrá roto ahora?".
-- Qué toro malo, hombre ya... ¡¡Ezo no ze pué torear!! Bieeeeeeeeeeeeeeeenjjjjjjjjjjj, Prezidente, bieeennnnjjjj... ¿Cómo, que el Reglamento qué? Pero ¿qué ez ezo der Reglamento?

Después de tal metedura de pata, deberían empezar a rodar cabezas entre presidente, asesores y veterinarios. Pero oiga, antes quitarán de ahí a quien le niega los despojos a los toreros. No quepa la menor duda.

La corrida de Las Ramblas fue una escalera de toros fofos, mal hechos, bastos y grandones que, como puede deducirse, no destacaron lo que se dice por ser guapos. Llegó incluso hasta a empezar bien, con un primer toro que, si bien cantó la gallina en el primero tercio (nada diferente de lo que hicieron el resto), sacó en la muleta algunas arrancadas que, si se las califica de encastadas, no se exageraría en absoluto. David Mora, muy molestado por el viento durante todo el trasteo, lo sacó rápido más allá de la segunda raya e intentó imponerse al toro, en vano, con más estética y ventajismo que mando. Dejó una gran estocada. Nobilísimo, de empalagosa embestida y para hartarse a torear fue el bichejo de la ganadería de José Cruz que sustituyó a aquel devuelto por manso (que no, que no es coña, que es en serio). Fue castigado con dos picotacitos de nada, y ante él David Mora realizó una faena larguísima y en la que de nuevo estuvo mucho más preocupado de ponerse bonito que de ponerse bien de verdad y poner bien la muleta. La faena estuvo cimentada sobre unas cuantas docenas de trallazos por ambos pitones descargando la suerte con mucho descaro, metiendo el pico aún con más descaro y escupiéndolo hacia fuera con un feo tirón que le pegaba al final del muletazo. David Mora en estado puro. Mal además con la espada.

Juan del Álamo se llevó en segundo lugar un toro con la casta justa pero pastueño y manejable, con el que intentó torear con verdad, siempre pisando terrenos comprometidos, cargando la suerte e intentando correr la mano hacia atrás. Otra cosa es que lo consiguiera. Tuvo intención Juan del Álamo ciertamente, pero nunca consiguió tener al animal sometido y llevarlo muy atado al engaño. Realizó una faena en la que alternó muletazos por ambas manos, atropellados en su mayoría, sin temple ni mando, y con muy feo estilo. Salió el quinto a la arena y, como también reculaba cuando los subalternos y el matador le presentaban el capote, además de irse suelto y no querer saber nada, por un momento creímos que de nuevo Florito se le iba a llevar a sus dominios. Fue un milagro que no sucediera, visto el nivel. Y ante tal prenda mansa y abanta, llegó un señor llamado Roberto Martín, de apodo Jarocho, a poner orden. Y lo puso nada menos que yéndose a por el toro, meterse en su terreno y tirar de él a base de inteligencia y sobriedad, hasta el punto de llegar a fijarlo y hacerse con él. Qué cosas oye. El toro tomó la primera vara en el caballo que guarda puerta y el segundo en la contraquerencia, en ambos recibió dos fuertes puyazos y de ambos se defendió. Genio y mansedumbre fueron las dos principales condiciones sobre las que se sujetó el comportamiento del toro durante toda la lidia, pero empujaba cuando del Álamo le ponía la muleta e intentaba desplazarlo. Lo trapaceó con mal gusto y falta de temple, dejando para la posterioridad un trasteo vulgar, carente de poder sobre el manso y con poca relevancia, siendo rematado además con una estocada muy caída.

José Garrido, el pseudoartista encumbrado a los cielos de la Tauromaquia desde su época novilleril y del que a muchos aún nos cuesta vislumbrarle media virtud, cerró su feria pasando, una vez más, de puntillas por esta plaza. Se valió de un lote compuesto por un noblore y soso tercero, así como de un buey de carreta topón y protestón que cerró festejo. A ambos le realizó la misma faena larga y plagada de posturitas, en la que no dejó sobre el papel nada diferente a lo que ha hecho en otras ocasiones: desajuste, el latigazo hacia fuera que todos hacen, pico, pierna retrasada...  Vamos, que tendrá musho jarte el chaval, y toreará con mucho empaque de ese que ahora, como por arte e magia, tienen todos (¿lo enseñarán en la Escuela acaso?).
Pero pasan los años, las ferias y las temporadas, y este torero no demostrado en esta plaza no unassola de esas bonanzas que se pregonan, seguro que de forma interesada en muchos casos, desde algunos sectores el mundo del toro.

Abandonamos la plaza con más retraso que otros días, y a todos los invadía una mezcla de incredulidad, cabreo solemne y mucha tristeza. La mala pata del palco, con el presidente a la cabeza y los asesores haciendo las veces de comparsa, casi nos hicieron olvidar una bueyada infame de Las Ramblas, y a tres toreros que pasaron de puntillas, sobre todo David Mora que se llevó en único de Las Ramblas que sacó casta, el primero, y un sobrero que fue una perita en dulce. "Siempre le tocan los mejores, estoy empezando a pensar que en los toros también hay bolas calientes", comentó alguien.
Los grandes aplausos de la tarde se los llevaron los pares de banderillas de Ángel Otero,  la tarde completísima de Jarocho en banderillas y brega, y el capote de Antonio Chacón.


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